lunes, 6 de febrero de 2012

Volviendo a Españistán: ¿Somos los dueños de nuestra propia tierra?

Nuestra historia, como ya he planteado, se ha construido a base de corrientes migratorias.  La migración es el proceso que pone en relación los recursos naturales, necesarios para la subsistencia, con la población.

Del mismo modo que las corrientes de agua y de aire se son trasvases entre masas de distinta temperatura y densidad para regularlas, las corrientes migratorias son los flujos que regulan la cantidad de población en relación a los recursos del espacio geográfico.
De tal modo, siempre se producen desde la periferia hacia el centro, teniendo por centro a aquellos donde se concentran los medios principales de control de los recursos económicos y sus propietarios, y por periferia los lugares dependientes.

La administración centralizada de los estados, incluyendo en el concepto de "estado" cualquier centro de poder político, ya sean naciones, regiones o municipios, está vinculada al modelo de explotación capitalista. Aunque históricamente, el capitalismo, como lo conocemos en la actualidad, no comenzó a desarrollarse hasta finales del S.XVI, las sociedades estatales de la antigüedad ya practicaban un cierto tipo de "capitalismo".

El materialismo histórico dividió la historia en distintas etapas, de acuerdo a sus modos de producción, haciendo una diferenciación entre Sociedad Esclavista de la Antigüedad, Sociedad Feudal y Sociedad Capitalista. Lo que les diferencia, básicamente,  es el estado jurídico de la fuerza de producción. En las dos primeras, el obrero es una propiedad más del dueño de los medios, sin capacidad ni autonomía, mientras que en el modelo capitalista el obrero no es una propiedad en sí, sino un ente autónomo ligado por contrato al propietario.
A pesar de ello, el modelo de explotación no difiere demasiado en dichos estadios, pues en ellos el elemento básico es el predominio de la propiedad privada de los medios y los recursos. La patrimonialización de la tierra. Por ello he dicho que, ya desde la Antigüedad, existía un cierto capitalismo.
La explotación centralizada de los recursos está vinculada, además, al modelo imperial y autoritario. Un centro de poder que extiende su ámbito de influencia sobre un área geográfica concreta, bien sea por la fuerza o por la necesidad.

De acuerdo a esta reflexión podemos decir que CAPITALISMO, CENTRALIZACIÓN, AUTORITARISMO E IMPERIALISMO son distintas caras de un mismo polígono. Y son el origen del acceso desigual de la población a los recursos.

Digo ACCESO DESIGUAL DE LA POBLACIÓN A LOS RECURSOS y no DISTRIBUCIÓN DESIGUAL DE LOS RECURSOS.

Con ello pretendo expresar una idea concreta. Lo que está sucediendo es que los "centros" se han constituido en lugares cuyos recursos no son suficientes para satisfacer las necesidades de la población que en ellos habita porque estas necesidades no son reales, sino virtuales.
La población considera tener necesidades que realmente no lo son, mientras sitúa en un segundo plano las necesidades reales.

¿Y por qué ha sucedido esto?

Simplemente porque la sociedad ha sido "educada", a través del modelo centralizado de administración, en una dinámica de consumo por consumo, no por necesidad. Este círculo, al mismo tiempo, proporciona poder y riqueza a la élite dominante de dicho centro, cuya fortuna se basa en la producción de bienes de consumo y de medios financieros que faciliten la multiplicación del consumo (créditos, tarjetas, hipotecas, etc...)

La manutención de este sistema de explotación pasa por la enajenación de los recursos de gran parte del planeta, solo para satisfacer las necesidades virtuales del 15% de la población mundial y perpetuar el poder del 1% que supone la élite.

Y eso supone imponer, en las las áreas geográficas con recursos necesarios o fundamentales para el sostén del modelo centralizado, una administración delegada que incorpore los recursos a la corriente central.

En la antigüedad esto se hacía mediante la conquista territorial militar, y en la actualidad se continúa con dicho sistema, aunque camuflado en resoluciones de organismos internacionales, presuntamente legitimadas por  el pueblo, a través de un modelo de democracia que es tan virtual como las necesidades que percibimos.

La mayor parte de los recursos naturales del planeta no son propiedad de la población que lo habita, sino de un sistema centralizado de transnacionales y multinacionales cuya función es explotar los recursos necesarios para que todo el modelo del consumo perviva.
Y los beneficios solo repercuten en el centro (la élite), pues el resto somos la periferia (dependientes). El capitalismo ha convertido el planeta en una enorme fábrica que se gestiona desde el mundo denominado desarrollado, y que necesita mantenernos en esa dinámica de consumo para que no deje de funcionar.
Los directores de la fábrica son los países representados en el G-8, y sus delegados en las zonas dependientes son las élites gobernantes, que se mantienen fieles a sus jefes a base de premios en forma de capital.

Las consecuencias son el subdesarrollo de la otra parte del mundo y la pobreza de la gran mayoría. Esta pobreza se va ampliando en la medida en que el patrón de la fábrica pretende aumentar sus beneficios.

El modelo de explotación capitalista no tiene  por objeto el bien común, ni el crecimiento económico para que este repercuta en el bienestar de la ciudadanía, como teorizó Adam Smith, sino la patrimonialización de los beneficios en unos pocos individuos.

España, al igual que el resto del Mediterráneo, los países subdesarrollados del continente americano y africano, como Egipto, Túnez, Afganistán, Irak, Colombia, Haití... y un largo etcétera, forma parte de la periferia. Ahí está el "quid" de la cuestión.

Esa es la realidad que nos negamos cada día perpetuando el trauma que nos impide liberarnos.